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diumenge, 30 d’octubre del 2011

Un matrimonio feliz - Rafael Yglesias

Les papallones a l'estómac tenen una durada marcada. La natura és sàvia i permet que es mantinguin el temps necessari per tal de crear una nova vida. En el cas dels nadons humans tan inútils quan neixen (alguns fins i tot no deixen de ser-ho, inútils vull dir, al llarg de tota la seva vida i fins la mort) aquestes papallones, alló que no és res més que química comuna entre dues persones (enamorament), es manté vora de tres anys, el temps necessari perquè el 'nou ésser' pugui menjar, beure, dormir, caminar per ell sol.

Després aquesta passió inicial es transforma en avorriment, desídia, desgana, desinterés uns anys després. És en aquest moment, normalment, quan apareixen les infidelitats, es donen les separacions, o en casos d'imbécils autèntics (pràctica que afortunadament està deixant d'usar-se) es decideix tenir un fill per tal de dotar la relació d'algun sentit.

Superats aquests anys, si la parella encara continua, si el sentit de l'humor no incomoda sinó que ha esdevingut comú, si l'objectiu vital s'hi assembla, i si la crisi econòmica ho permet, arriba una etapa de tranquilitat. Cadascú ha trobat el seu espai personal. Són dos persones, dues taronges i no la suma de dues meitats. La pau, la tranquil·litat emocional, l'absència d'espurnes de desig, però la necessitat d'afecte omple els dies.

El matrimoni format per la Margaret i l'Enrique passa per cadascuna d'aquestes situacions. La novel·la, magníficament escrita (i amb una molt bona traducció de Damià Alou), narra la relació d'aquests dos personatges des de l'inici fins al final, la mort de càncer de la Margaret.

En capítols alterns (ara es coneixen, ara s'hi acosten a la mort) redescobrim allò que ja sabem per experiència pròpia: cap 'matrimoni', ni relació de pares/fills, ni tampoc cap amistat manté una línia uniforme al llarg de tots els anys de durada, les pujades i baixades, acceleracions, frenades la conformen. Sempre.

No he jutjat cap actuació, en aquestes alçades de la meva vida sé que el més dificil és saber a priori com actuarem si mai... Però sí, sí m'he sentit identificada amb allò que ell ha sentit, amb alló que ella ha patit. Massa, potser. Tot i no haver deixat anar cap llàgrima l'angoixa, en aquest moment, m'omple el cor.

'Dichosos los hombres que aman a la mujer con la que se casan, pero más dichoso aquel que ama a la mujer con la que está casado.'

Gilbert K. Chesterton

dilluns, 20 de desembre del 2010

Lo que me queda por vivir - Elvira Lindo

Para Miguel,
por supuesto.

Para su hijo Miguel Sánchez Lindo,
autor de la portada,
por ejemplo,
por supuesto.

Sí, me ha gustado. Pero claro, tiene truco. Yo también necesito escribir como terapia.

A mí me ha ayudado, escrito tras escrito, hablar de mí para superar mis miedos, la niñez obligatoriamente madura y ausente de juegos, mis carencias actuales producto de un pasado lejano y reciente.

Elvira Lindo se ha atrevido con su historia, lo hace a menudo cuando escribe artículos, y cuando se sumerge en Manolito, pero esta vez ha llegado, estoy convencida, a hacer las paces con ella en su pasado. Con aquellos que formaron parte de él y siguen, o se quedaron por el camino. Desde la madurez estable, sin resentimientos, odios, ni rabias que enturbien el pasado. Desde el haber aprendido, con todo ello, con ese caos, su caos, las herramientas que le permiten ser quien es. Que no es poco.

Rompiendo los tópicos de juventud, embarazo precoz, carrera inacabada y fracaso en la misma frase. Porque como dijo Chaplin Podemos ser quien deseemos, salvando un único obstáculo: nosotros mismos.


Y claro, Elvira habla por boca mía en más de una ocasión ("Siempre he padecido, más aún entoces, la tentación insana de acercarme a quien no me muestra afecto abiertamente, tratando de descubrir, imagino, las razones de ese desprecio"), de mis autojuicios destructivos de los que he conseguido casi librarme ("Tengo la poco aconsejable costumbre de juzgarme muy duramente, de hurgar en lo que me produce desconsuelo"), de la rabia que siento en ocasiones por no ser capaz de poner palabras a lo que siento ("Hay sensaciones que pierden su valor en cuanto las convertimos en palabras"), de la extraña adolescencia y juventud que marcó mi presente (" Como si fuera un escenario barato y limitado de una comedia de situación para representar la adolescencia y la juventud, escenario del que luego, irónicamente, como una mala broma de la vida, me resultí tan dificil escapar"), así como de mi necesidad constante de ser jomateixa, siempre, desde que aprendí a quererme, escapando de la deslealtad, a mí, y a los que me rodean ("La deslealtad a uno mismo no se suele advertir en el presente, se camufla de malestar, de ansiedad difusa, porque éstas son dos sensaciones mucho más fáciles de sobrellevar").

Habla de mí, de ella. De mí cuando me acomodé a lo que tenía, a pensar que no merecía nada mejor, nada más; me acomodé a mi vida, a mi presente en cada momento, sin pensar en que el cambio -siempre interior- era posible ("Qué pocas veces supe perseguir lo que quería. Hay un mecanismo por el cual uno consigue convencerse de que lo que se tiene es lo que se desea y a él me acomodé yo algunos años") y sí, como ella, soy capaz de ver heridas de infancia, cual heridas más profundas que las físicas, porque ésas sanan, dejan de doler y se olvidan; las de la infancia, sencillamente, no ("Perspicaz a la hora de detectar a otros que, como ella, esconden una herida de la infancia"), y como ella, Elvira, viví la separación y posterior reencuentro con mi hermana, y la consciencia de que nunca, nunca, cuando el amor duele, debería hacerse acto ("Consciente de que jamás se debería hacer el amor cuando el amor hace daño").

Me veo en ella con la pose distante que a veces necesitaba mantener ("La rabia de quien no logra encajar en situaciones convencionales, de quién desearía ser abrazado pero no sabe ya abandonarse a los cuidados de nadie, incluso parece rehuirlos"), y me veo en la búsqueda de mi yo inencontrable durante años ("No es sólo que ande perdida, lo que me ocurre tiene más dificil solución: me he perdido a mí misma, no sé quién soy"); en la necesidad de ser absolutamente sincera -sobretodo con mis defectos- a mis seres queridos ("Yo me quedé con la tranquilizadora sensación de haberle confesado quién era yo, como si la verdadera esencia de uno estuviera más en lo que nos resulta vergonzoso que en aquello que nos enorgullece").

Y sobre todo me veo en la obsesión/adicción que viví durante años, enganche mal llamado amor, cuando no lo es, en ocasiones, ni se le asemeja: "Cómo se hace para pedir ayuda, para contarle a alguien qeu un desgarro interior no te deja dormir, cómo se lelga a comprender que hay amores que han caducado, que prolongarlos es pudrirlos, cómo aprende uno a defenderse, a tener dignidad y no desear la compañía de quien sabes de antemano que te destruye, cómo distinguir entre amor y obsesión, por qué luchar por lo que ya no te pertenece, cómo se hace para estar triste sin humillarse, cómo aprender a comportarse correctamente, de tal manera que no tengas que pasar la vida rumiando errores que duelen más que por su gravedad por la cantidad de veces que los has repetido".

...

Gracias, Elvira, todo un placer. De tí aprendí a hablar de él como mi santo, qué no ibas a seguir enseñándome!

(me da igual si la novela es buena, o mala; si tu falta de imaginación te lleva a hablar de tí; o de si usas la escritura como terapia, sí, me da igual, porque una vez más... has hecho que crea en el presente, y que el futuro, ya llegará, si llega!)

...

dimarts, 10 d’agost del 2010

Estupor y Temblores - Amélie Nothomb

Querida Amélie,

No lo dude: la seguirán llamando rara, y qué?, a mí me encanta su excentricismo, sus respuestas (las mentales y las reales), la manera tan fantástica de vivir la vida, sus idas y venidas (y no solo de Bélgica a Japón, me refiero a sus pasos del blanco al negro, del cielo al infierno, de la sonrisa a las lágrimas). Me siento muy identificada con usted, mucho.

Sus historias, como siempre, me hacen reir, pero también me entristecen al comprobar la realidad humana (de aquí o de allí, qué más da!). Pero es que su última novela (una de las primeras que publicó, lo sé, pero la última que he leído de usted) me ha hecho vivir una realidad tan excéntrica como la suya, o como la m´kia, como jomateixa.

He pasado unos días geniales en Les, Pirineo de Lleida. Un ambiente familiar (familiar porque los que allí estábamos éramos familias y compartíamos diez días de espacio y actividades), una comida genial, unas montañas que pedían ser pisadas palmo a palmo y un tiempo fresquito, fresquito (como deseamos en verano).

Total, ayer por la tarde, Aina decidió que le comprara una mochila para empezar la Eso estrenando (no, no recuerdo el nombre de la marca, pero sí, era de marca, aixxxxxx!) vale, sí, le dije, pero a cambio vamos a Bossòst caminando (y volvemos), y de paso hablamos y no callamos.

Así lo hicimos.

Pero como antes de emprender camino estaba con el portátil (sí, en el foro) y leyéndola (apenas me quedaban unas páginas) y me daba una pereza terrible subir a la habitación a dejar los trastos, decidí "depositarlos" en el mostrador de recepción (Portátil, cargador del portátil, una chaqueta de Jana y la novela -de la biblio- de Anagrama: Amarilla, ya sabe, de discreta nada).

Pues nada, dos horitas después, al volver, estaba todo... excepto el libro! No me lo podía creer. Buf.

Yo que este año estaba más que decidida a no conocer ni hablar con nadie en la Residencia (como un voto de silencio???) pregunté a diestro y siniestro a la hora de la cena. Mesa a mesa comenté el tema a todas las familias:

Un libro, cómo era?; Vaya, ahora la gente lee?; Y no se han llevado el ordenador?; No jodas, en serio?; Jajajaja, ui perdona!

Montones de respuestas diferentes, y la mayoría divertidas, que me hicieron conocer a quienes compartían espacio con mi familia pero de quienes no sabía ni el nombre.

Me reí mucho, mucho. Hubo respuestas y comentarios que me parecieron más surrealistas aún, pero me lo pasé en grande (sí, vale, estuve en mi salsa, a pesar de mi voto de asociabilidad... que no es ni voto, solo es contagio puro y duro de mis tres virgos).

Me convertí en la del libro. Que jartón de reir con unas chicas de Córdoba, ocasión genial para hablar con aquel papi de buenas pintas (y poca lucidez finalmente), para entrar en un blog que me hizo sentirme cómoda desde el primer momento y suscribirme y, bueno, para charlar con un residente hasta las tantas.

Ahí voy: el tema del libro dió para que este residente, llamémosle Antonio, sacara la psicóloga que hay en mí (esa mezcla genial de carne de terapia, de currante en un bar durante años, y de, bueno vale, cotilla increíble). Me contó y contó, y contó: de dónde sacamos esa capacidad de resumir nuestros cuarenta años en una hora y sin ningún tipo de miedo? Creo que pude ayudarle, sí (por experiencia propia? por sentido común del que suelo carecer? por la objetividad que da la no implicación y el desconocimiento?). Y me lo agradeció. Y yo a él: ser capaz de explicar cómo dar un cambio de rumbo (mental) a tu vida es síntoma que la pasta invertida en terapia -mucha- es rentable. Para tí, y para alguien más.

No, no, el libro no ha aparecido y claro tendré que comprarlo para la biblio (chissssst, enseñaré esta entrada del blog a ver si es un atenuante), pero si quien se lo llevó lo lee, señora mía; si Antonio hace algún cambio en su pensar; si las risas andaluzas de ayer sirvieron para ser un rato felices, que ya le digo que sí, y si acabo publicando esta entrada... hasta la "pérdida irreparable" habrá valido la pena.

Como tantas otras situaciones extrañas!

(sí, sí, como limpiar retretes en Yamamori siendo traductora, filóloga, intérprete...)

Un beso Amélie-San,

Núria (joma)

divendres, 12 de febrer del 2010

El col·leccionista de Somnis - Maria Mercè Roca



Hoy, esta tarde, yo también he visto al coleccionista de sueños ajenos. Su coleccionista particular que tan bien ha sabido retratar, dibujar, imaginar…soñar, querida Maria Mercè.

Sí, él también me ha visto pero no se ha acercado a mí, aún busca a la joven del sueño erótico. La chica de la boca rojiza que consiguió que él empezara, por fin, a soñar. Despierto. Dormido. Con la angustia que produce el amor no correspondido, el amor esquivo. Con el miedo de no saber controlar el corazón cuando se hace necesario para sobrevivir; cuando empieza a acelerarse con solo pensar en la persona amada… con solo soñar con quien nos está robando la vida. Minando las fuerzas. Día a día. Noche a noche.

Quería detenerlo y explicarle que a menudo sueño con el pasado. Con mi pasado. Y me tortura que sea así, pero no puedo evitarlo, porque no soy capaz –aún?- de controlar mis sueños. Sí, durante el día, sí. El día me pertenece, he conseguido dominarlo yo, que domine mi presente, el real; que se imponga la ilusión por el futuro. Pero de noche, en la oscuridad, en el silencio, mi mente dormida empieza a parlotear, a recordar una y otra vez, una y otra vez… Esas horas de brujas y ángeles donde ya no tenemos el control y nos asaltan los miedos acallados. Entonces, mi mente, viaja hacia atrás y me sitúa en un punto de no retorno. Del que no puedo huir, como entonces no fui capaz de hacerlo. Y vuelvo a sufrir, a revivir, a sentir…

Cada noche. Cada noche. Y así, al alba, me despierto con la sensación de que todo ha sido real, y necesito abrir los ojos, y repasar el presente de nuevo, con la mente ya bajo mi control de nuevo… Y lo descubro intacto tal y como lo dejé cuando el sueño ganó la batalla.

Entonces, bajo hacia el puente, donde sé que lo encontraré, dibujando su presente en el agua tranquila del río, y le hablo: “Querido, quisiera explicarle, a usted que necesita de sueños ajenos para poder construir los suyos propios, que yo puedo ayudarle. Y que usted… me puede ayudar. Compartamos!”

dissabte, 26 de desembre del 2009

Amélie Nothomb - Ni de Eva ni de Adán




Volvemos a encontrarnos, querida Amélie. Como en la rueda de la vida. De nuevo, otra vez, sin poder ni querer evitarlo, porque es el destino, o el amor, o la energía que nos atrapa. Año tras año.

Primero fue Cosmética del enemigo. Mi primera vez a su lado, su gran logro. Como también fue así mi primera vez, mi flecha: como un juego. Y ahora, en unos meses; después, en unos años... vuelvo a su lado. Al de mi enemigo. Y sé, seguro, que no dejaré de regresar una y otra vez. Una y otra vez. Como el asesino al lugar del crimen, aunque sé que es mi dolor más certero y real, y seguro, y sin fin. Quizás por eso.

Pero como la protagonista de su novela, usted misma, no sabe o no desea o no quiere un adiós.

“Me ahorré el episodio más siniestro que hay, bárbaro y mentiroso, el que se conoce como ruptura. Decir a alguien qe se ha acabado es feo y falso. Nunca se acaba. Incluso cuando no piensas en alguien, cómo puedes dudar de su presencia en tu interior? Quien ha contado, contará siempre.”

Yo tuve muchos adioses, con o sin palabras, con hechos, acciones, miradas. Pero nunca, jamás, dejará de formar parte de mí. Porque aunque el corazón se me salga del pecho con sólo oir su nombre, aunque al cerrar los ojos sienta su mano acariciando mi cuerpo como sólo él sabe, sabía, sabrá, a pesar del dolor… ya siempre contará. Y así lo deseo.

Una tarde maravillosa mi ángel particular me animó a escribir, a imaginar, a dejarme llevar, a no retransmitir como siempre mi sentir. A no poner altavoz a mi corazón, a mi mente. Pero no puedo, o no sé, o no quiero.

Como alejarme de ti, amor, no puedo, o no sé, o no quiero.

Me ha atrapado Amélie, como el monte Fuji la atrapó, o el abrazo de samurai, o el miedo… pero usted supo huir. Y le pido, por favor, ahora que estamos solas, mientras la miro, y le acaricio el pelo, querida, le pido, con lágrimas en los ojos, que me ayude a huir de él. Por favor. Porque sólo huyendo conseguiré ser libre. De su amor, de mi amor, del dolor, del nunca, de la paciencia. Por favor…

Mientras, no deje de abrazarme. La necesito tanto, tanto…

Un beso

diumenge, 20 de desembre del 2009

Saber Perder – David Trueba





David,

Gracias.

Gracias como mujer, como lectora, como enamorada y como desenamorada perpetua, en esta mi montaña rusa particular. Gracias como persona que no sabe perder pero que quiere aprender.

Gracias.

Por hacer que su novela me transporte y me llegue, y me bese y me acaricie como lo ha hecho. He llorado y reído. Y sí, no sin antes haberle juzgado. Como suelo hacer. Sin remedio. Sabiendo que me equivocaré nuevamente…Porque dudé que usted, tan joven, de ideas tan claras, tan experto en guiones vitales (con un cromosoma de cada clase que le impidieran sentir), consiguiera que Sylvia creciera, se desnudara, temiera, página a página. Y transmitir... Y me equivoqué, de nuevo. Pero con alegría: sabiéndome comprendida a pesar de nuestras diferencias.

No hace mucho, sabe, comí con la parte de una flor, con mi error diario, desde hace ya tantos años, y hablamos de mi no saber perder. No, no sé perder. Estoy aceptándolo, y es este el primer paso para empezar a aprender. Cuento con él, cuento contigo, cuento conmigo.

Saber perder, no dando por perdida cualquier situación, no, luchando por ella, por cambiarla, por “aclimatarme”, por hacerme comprender, incluso por entenderme a mí misma…pero sabiendo que, si las cosas no salen como me gustaría, si no me responde como desearía, o si ni tan sólo obtengo respuesta…no dejaré de quererme. Aceptaré la derrota, sabré perder (después de haber luchado), pero no me recrearé en la pérdida, no. Elevaré la cabeza de nuevo, miraré al frente, y a los lados, por si le veo, por si la veo, y le dedicaré mi mejor sonrisa. Franca. Y, seguiré adelante, sabiendo que sé -que por fin sí- me quiero con errores y todo, porque habré aprendido a saber perder.

(Chissssssst, lo sé, el miedo al fracaso es el miedo más paralizante, más inútil de cuantos hay, pero eso ya es parte de otro libro)

Gracias por haberme enseñado a saber que, aún perdiendo, puedo ganar.

Un beso, adorable hombrecillo.

dilluns, 7 de desembre del 2009

El Cuaderno Rojo - Paul Auster







“Sí, Paul, ya ve, apenas cerré su novela, su breve novela coincidente, cuando enfoqué mis ojos a la tele que en esos momentos había en la sala: mi familia había decidido que no pudiera leer en silencio, que sus risas, sus gritos, y los destellos de voz y luz del televisor, me acompañaran nuevamente en mi búsqueda, en mi lectura, quería decir.

Entonces ví a su hija Sofía... escribimos el capítulo 14?”

Buf, levantó la vista mientras cerraba el libro. Siempre, su vida, su día a día, se había caracterizado, como la de este autor que apenas había empezado a conocer, por una suma de coincidencias, y ahora, sin apenas darle tiempo a repasar mentalmente las últimas letras, la pantalla hablaba de Sofía, la hija de Paul...bla, bla, bla...no entendía qué decían, pero sabía que le hablaban a ella, para que, de nuevo, supiera que la rueda seguía girando, que no había dejado de hacerlo...ni jamás lo haría.

Los tres días de montaña llegaban a su fin, y la vuelta a casa la hicieron en silencio. Casi sin nada ya que decir. Él se tomó un analgésico y enseguida se fue a dormir, apenas las tres de la tarde. Las niñas empezaron su vicio preferido, tele, peleas, peleas, tele y algún "mama" en una demanda de satisfacción urgente e inmediata. Buf decidió arreglar el cajón de las fotos. Hacía años que no se atrevía con él. Ya su primo había muerto, sus amigas de toda la vida habían decidido el adiós, y otros personajillos comparsa, que no debieron nunca formar parte del espectáculo, campaban a sus anchas por las fotos de colores ya apagados.

Entoces, decenas de imágenes en que ambos se miraban a los ojos, y se sonreían, y se comían con las manos, la mente y el corazón, temblaron entre sus dedos. Tomaron vida de nuevo. Una, otra, otra...recuerdos que atravesaban un presente que ella, en estos días se había decidido a romper.

Alguna vez nos miramos con pasión? se preguntaba ayer mismo, y esa foto acudía a su mano, cual carta que el mago decide hacer regresar.

Alguna vez me acarició por el hecho de hacerlo, sin esperar nada más? y otra figura, de unos pocos años atrás le daba la bienvenida...

Alguna vez nos quisimos con locura, deseando morir si no podíamos estar juntos? ...y una lejana dedicatoria en una foto pequeña hablaba de amor, deseo: siempre, presente, pasado y futuro, te quiero, te quiero...

Ya ve, Paul, sí, claro que creo en las coincidencias, en la casualidad...en el punto exacto de partida y llegada.

Gracias,

Buf!


dijous, 3 de desembre del 2009

Les Germanes Grimes - Richard Yates


Sabe una cosa curiosa, Yates? Pronto cumpliré los cuarenta y sigo sin entender nada.

No entiendo ni mi vida, ni cualquier vida. Ni la Vida. Así en general; así con mayúsculas. Esa vida que usted se empeña en dibujarnos como una mezcolanza de amor y desamor, de felicidad y tristeza, de esperanza y dolor. De abandono a la nada y de lucha por el todo. Esa vida que a menudo se nos escapa mientras nos evadimos de la indeseable realidad.

Cómo escapar a nuestro destino, preguntó alguien. Cómo escapar, especialmente si creemos en él. Si lo forjamos día a día. Como una Sarah cualquiera (quién no se ha sentido Sarah en algún momento, en alguna etapa de su vida?). Esa Sarah, por ejemplo, incapaz de romper su matrimonio por lo que éste representó en su momento, no por lo que es a día de hoy. Incapaz de decir basta por todos los sueños que en él puso: tantos deseos y retos y, quizás, alguna pasión furtiva.

Porqué romperlo, si acabar con él, a pesar del dolor que le supone continuar, supondría aceptar el fracaso. Y en cambio, ay, no se da cuenta, no nos damos cuenta, que fracasar es no romper, no decir basta, no ser capaces de poner punto y final a años de ataduras y miedos…

“No pasa nada, todo está bien, sólo ocurre que necesito descansar. Sólo eso.” decía mientras su rostro sangraba; o sus dientes ennegrecían por el alcohol que todo lo cura; o sus huesos se rompían tras caídas “accidentales”. “No pasa nada” decía. Un todo está bien que muchos de nosotros hemos usado en alguna ocasión. Un yo controlo cualquiera, en el que confiamos, mientras se nos escapa de las manos una situación que nunca fue nuestra. Una historia que cobra vida propia y que se nos rebela: como el monstruo alimentado por nuestros constantes “puedo con ello”, o los nada creíbles “es cuestión de tiempo que todo cambie”.

Y sabe qué es curioso, Richard, cómo nos ven desde el exterior. O cómo queremos que nos vean, incluso consiguiéndolo en ocasiones. Cómo luchamos por mostrarnos como unas Emilys cualesquiera: fuertes, seguras de nosotras mismas, con un objetivo vital claro… aunque por dentro seamos restos de lo que nunca fuimos, de lo que ya nunca tendremos opción de ser. “Emily es una persona libre. No le importa el que de ella piensen los demás. Es independiente y hace lo que quiere” Ja, ja y ja piensa Emily. Eso mismo pienso yo, estimado Yates. Eso mismo pensaría usted, en el fondo. Dónde se esconde la seguridad cuando por fin nos atrevemos a navegar en nuestro interior? Y la libertad? Vivimos sometidos al que dirán: manejados por hilos externos, incapaces de cortar por miedo a no formar parte del grupo. De cualquier grupo. Usted lo sabe. Yo lo sé. Todos lo sabemos. Y jugamos, aún así, al no me importa lo que de mí digan…

Y busca una razón. Una sola razón que la haga salir de su encierro necesitado. Un motivo para romper el silencio. Para volver a oír su propia voz. Hay tanta crueldad real en esa frase: “Era la primera vez en una semana que se oía la voz”. En qué clase de ruina humana –pero tan habitual entre nosotros- acabó convertida Emily? Alguien vacía, sin lucha, sin amor. Alguien capaz de vomitar a bocajarro lo que piensa (a cualquier Peter, a cualquiera de nosotros) sin tener en cuenta el dolor ajeno. Alguien que dibuja la realidad de los demás a partir de sus miedos, sus manías y frustraciones, como un espejo de lo que desea y no ha conseguido. Lo que envidia. En definitiva, lo que odia por no haber sido capaz de lograr.

Lo lamento, querido. Lamento su muerte prematura y su infancia infeliz. Pero no se sienta extraño, es tan habitual…