Mis lágrimas en tus dedos
Desde el principio, los inicios, todo empezó… es la historia de unos encuentros y desencuentros digna del guión más inverosímil.
La vida nos fue llevando por el mismo camino.
Es increíble, me decía a mí misma, viviamos en la misma calle del mismo barrio, de pequeñas, sin saberlo. Y con los años, ambas, sin conocernos, marchamos de aquella zona para volar hacia donde un poeta cantaba aquello que de vez en cuando la vida nos besa en la boca.
Y los años van pasando.
Yo estudio, tú estudias: la misma carrera. Aún así; nada nos había unido, aún. Aún.
Recuerdo como si fuera ayer aquella reunión, ya madres, el mismo colegio y un único objetivo, la felicidad de su hijo, de mi hija. Tardes, a veces noches, y más tardes.
Seguimos juntas en aquel presente.
Con el tiempo supimos cuándo coincidimos por primera vez con nombres y quizás apellidos: Una pizzería, cada una a un lado de la barra. O de las mesas.
Una tarde, soy capaz de revivirlo como si hubiera sucedido ayer, ocho años atrás, un desagradable encuentro me hizo llorar. Lloré de tristeza, y rabia, y pena.
Ella solo me miró, me pidió que no llorara más, que esa situación no merecía mis lágrimas, alzó una mano y las secó: secó mis lágrimas. Nunca nadie, nadie nunca desde que tengo uso de razón, o edad para tenerla, ha secado mis lágrimas sin ser una metáfora.
Solo ella.
Solo por eso RSD será siempre alguien con espacio en mi corazón. Aunque nunca más vuelva a verla, a reírme, a contar y cantar.
(hablando de eternidades)
Mola
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