dissabte, 17 de juliol del 2010

¿Qué es el Viento?

Recuerdo, en el colegio, Egb, algunos niños se metían con las orejas del Melero: Qué es el viento? Las orejas del Melero en movimiento. Ocurrió que, en algún despiste, claro, una no podía estar todo el día tapándose las orejas, alguien descubrió el secreto que yo más y mejor deseaba guardar (alguno más guardaba, también celosamente): Mis dumbos! Así, que al poco, la canción varió:...las orejas de la Puntero en movimiento.

Siempre llevaba el pelo largo. Siempre. Las coletas, la cola, si me la hacía, disimuladamente tomaba la oreja y la aplastaba contra mi cabeza. Y, ay, cómo un movimiento brusco retirara ese aguante natural (naturalmente artificial, por supuesto)...plof! Salían las bandidas sin ninguna consideración de su reclusión impuesta a disfrutar de la alegría del sol. Claro que yo era alunmna aventajada en el encierro de orejas atrapadas nuevamente por la tensión ejercida del pelo atado con una goma. Buffffffff!

Así, el pelo largo, dispuesto normalmente hacia delante, y controlando que en ningún momento, esa era otra, la oreja saliera por entre mi cabellera lacia y nada abundante: Et surt una orella entre els cabells! (Recuerdo que me decía amenudo Felip A. en el instituto, ya). Y yo, roja como un tomate, a esconderla de nuevo.

Qué risa tía felisa, verdad! Parece que lo llevaba bien, no? Pues no. Nada más lejos de la realidad. Juré y perjuré que el primer dinero que ahorrara sería para pagarme una operación de cirugía.

Era tal el horror que sentía por mis orejas que no permitía, normalmente, que me hicieran fotos porque nunca sabía si estaban bien tapadas o no. O las rompía si observaba algún destello orejil inadecuado (con los avances tecnológicos eliminar el objeto del crimen era más sencillo: borrar las fotos de las cámaras es un nanosegundo, algún Ivanovich y Siberia cualesquiera pueden dar fe de ello).

Tuve un novio tres años, uno de mis mejores amigos en la actualidad, recuerdo que al poco de dejarlo le pregunté: Cómo podías salir y querer a alguien con mis orejas? Creo que aún hoy en día no ha salido de su asombro ante aquel comentario. En fin.

Me operé. Sí. Me operé con 23 años, en el 92. Fue una operación de dos horas largas, anestesia total, ingreso durante dos noches, y mucho, mucho, mucho dolor. Mucho. El postoperatorio fue duro. Verano, calor, puntos (20 en cada oreja)... sin poderme bañar, claro, ni tomar el sol en la zona, ni... pero yo ya no tendría esos pàmpols.

Quedé perfectamente bien (de orejas, el resto soy como soy, y lo llevo más o menos dignamente cinco quilos arriba, cinco quilos abajo). Las orejas bien pegaditas, y con la posibilidad de hacerme colas de caballo, trenzas, recogidos en moño. Mmmm... pero, pero, pero la madre naturaleza tiende a su estado natural -como debe ser- por mucho que la mano del hombre meta cucharada (de ahí que cuando me hice la ligadura de trompas, por ejemplo, el cirujano me dijera que primero cortaban las trompas y después cosían porque en caso de no cortar, en alguna ocasión, y más de diez, las trompas se habían desanudado y oh! un bebecito más en este mundo!!!). Y sí, et voilà, la oreja izquierda dijo que ni hablar. que era una cotilla de pro (en eso va a ser que yo soy enteramente responsable) y se despegó. Puf! La tiparraca, y claro, el contraste con la derecha era aún mayor. Tengo la teoría, absurda, como la mayoría de mis teorías, que normalmente la izquierda está más despegada que la derecha y en mi caso era doblemente real (evidentemente con los años me he convertido en una experta en orejas: soy incapaz de recordar el color de los ojos de la persona que acabo de conocer, ahora, hazme definir la forma, medida, y "salidez" de sus pabellones y te hago un informe completo a dos páginas. O tres, si el órgano lo merece!).

Pues nada: No querías caldo, dos tazas!

A mi favor debo decir que nunca quise para los míos lo que no quería para mí: elegí a mi santo por la medida de sus orejas. Y de esa guisa mis peques tienen unas orejillas fantásticas (tal como me aseguraban los ecógrafos cuando me realizaban la ecografía de la semana 20, tras decirme: dos riñones, dos pulmones, un hígado, dos brazos con sus manitas y 10 deditos... todo bien. Yo les preguntaba: y las orejas, cómo son las orejas? a lo que me contestaban, sin ningún tipo de asombro, preciosas. Bien! -pensaba yo- Bien!).

Total, ahora 40 años, arrugas en los ojos, la frente, la comisura de los labios; celulitis hasta en el talón; estrías por un tubo; manchas de la edad por doquier; una nariz que se ve venir de lejos... y un único complejo importante persistente en el tiempo: Mi oreja izquierda!

Así que sí, que me he vuelto a operar. Fantástico. Anestesía local, un médico guapísimo, un postoperatorio tranquilo, sin ingreso, y reposo en casa. Eso sí, una puñetera cinta todo el día recogiendo mis orejas (hombre, no le voy a hacer un feo a la otra!) con estos calores. Poco dolor. Nada que ver, claro, la medicina avanza que es un primor, doy fe.

Y sí, me la miro, toda moradita ella, toda enganchadita, me la miro y me la remiro. Y pienso: si con tan poquito soy feliz, chica, pues que le voy a hacer!

Frívolo? Os juro que no, ha sido un trauma durante toda mi vida, y ahora por fin, me siento absolutamente liberada de la esclavitud de mis orejas.

(chsssssssssssssst... gràcies Manu de Manwe! )

Dicho lo cual,

8 comentaris:

  1. Qué simpática eres... Me encanta como escribes, tu naturalidad y gracia.¡Muacs!

    Yo tuve un defecto físico que me amargó la adolescencia. Me la condicionó y me hizo tímida e insegura.

    Besos.

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  2. Si nos quisiéramos un poco más, los defectos pasarían a ser virtudes, sin más.

    Un beso, guapa mía!!!

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  3. Vaya, te he visto casi por casualidad...me ha encantado la historia y la forma de contarla. Yo también estuve acomplejada y condicionada en mi adolescencia, y luego resultó que lo que creía que era un defecto físico se convirtió en la envidia de todas mis amigas. En fin, cosas de la vida. Un beso.
    Albanta.

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  4. Sí, Albanta, las vueltas que da la vida... eh! Pero no es cuestión, por eso, de sentarse a esperar que pasen. No.

    Un super beso!

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  5. ¡Joer, qué envidia! Tener defectos que se arreglan con cirugía, eso es ser afortunada. En mi caso, la cirugía lo joroba todo mucho más, soy la señorita (señora, para qué vamos a minimizar) queloides.
    Un gran beso en cada oreja
    Eider

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  6. Eres la señora más guapa que hay en Vitoria... el resto no me consta!!!

    Muacs (en las orejas, no, por favor, ai, ai, ai)

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  7. Me ha encantado la historia pero más que nada la forma de relatarla. Tienes gracia!!
    A veces pienso que debería hacer lo mismo con las partes de mi anatomía que me desagradan pero no me animo porque les tengo terror a las operaciones y no serían tan sencillas como la de las orejas... Sigo sin ver foto tuya, eh? Besos, preciosa. Pat

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  8. Ay, Pat, qué gustazo verte/leerte por aquí!!!

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